Como ayer Gerardo Diego, hoy yo,
pienso en aquél al que hablaré
de sentimientos y versos.
Sé que pronto tendré un discípulo,
un pequeño discípulo
que me cambiará la vida
y rejuvenecerá mi espíritu.
Seguro que estaré
tentado de moldear su alma,
su alma de niño.
Mas, me daré por satisfecho
con abrir su mente y su espíritu,
con hacerle sentir bueno y distinto.
Distinto de mí y de todos: él mismo.
Le mostraré la belleza de los versos,
y le enseñaré a usarlos
para expresar sentimientos.
Espero que, con el tiempo,
me guarde cariño y respeto.
Espero que, con el tiempo, aprenda
a ser humilde con los pequeños,
a ser grande con los poderosos,
y a ser abierto y tolerante
con todas las culturas y credos.
Hoy yo, como el poeta,
brindo por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
porque mis dedos rígidos
acierten a moldear su espíritu,
y mi llama lírica prenda
en su corazón virgíneo,
intacto y limpio.
Brindo por ese discípulo
que vendrá en pleno estío,
Brindo por el hijo de mis hijos,
¡ Por Ignacio, mi nieto querido!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario