Vivo en un rincón de una casa muy ventilado. ¡Cuánto me alegra ver a mi amigo! El me cuida, me alimenta, me peina, me acaricia y me prepara un lecho fresco, limpio y cómodo. Cuando me saca a dar un paseo, disfruto con él, me acaricia y me abraza. ¡Cuánto quiero a mi amigo!
Algunos días, para jugar me ata un palo al cuello y de la punta a la que ata una cuerda cuelga una zanahoria, creo que se llama “engaño” ¡qué divertido! Corro, corro y corro, pero no puedo alcanzarla, ella siempre va delante. Al finalizar, me abraza y, a veces, me da la zanahoria ¡cómo me gustan las zanahorias y mucho más cuando me las dá mi amigo! Disfruto cuando se sube sobre mí y lo oigo gritar de alegría ¡Cuánto quiero a mi amigo!
Hace un tiempo, además del “engaño”, mi amigo comenzó a llevarse otro palo. Con el golpeaba la parte de atrás de mi cuerpo. Al principio me molestaba mucho, ya ni lo siento, se me ha endurecido la piel de esa zona y formado un callo. ¡Qué listo es mi amigo que me ha hecho más fuerte! Ya no veo a mi amigo contento, ya no me suele dar la zanahoria, cuando nos juntamos con otros amigos. Yo no voy de los primeros, ni de los últimos, pero mi amigo ya no parece que se sienta feliz. Me pongo triste por no poder hablar con él para consolarlo. ¡Cuánto quiero a mi amigo!
¡Sorpresa! Me he dado cuenta que la zanahoria está a la misma distancia siempre, esté parado, camine, trote o corra, y como mi amigo no es feliz, ya no me apetece ese juego. Yo estoy triste y no quiero correr. Mi amigo ya casi no me visita, ni me peina, ni me acaricia, ni me cuida. Lo echo de menos ¡Cuánto quiero a mi amigo!
Ya vivo en otra casa, más grande, en la que he conocido a otros amigos que no saben jugar al engaño, ni hacer callos. Ya me ha desaparecido el callo, me acarician, alimentan y cuidan. Me siento contento ¡Cuánto quiero a mis nuevos amigos!
MANUEL FERNÁNDEZ CAMPOS
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